GONZALO ALEGRÍA DE NIÑO
Gonzalo Ricardo ALEGRÍA VARONA nació en Lima, Perú, el 23 de octubre de 1962, en la Clínica Delgado (Miraflores). Fue el tercer hijo de los 4 de Ciro Alegría Bazán con Dora Varona : Cecilia, Ciro, Gonzalo y Diego.
Siendo su padre Diputado del partido del Gobierno por aquel entonces (Primer Gobierno del Presidente Fernando Belaúnde Terry) , Gonzalo vivió en una hermosa casa en Chaclacayo, con sus dos hermanos mayores (Cecilia y Ciro). Sus cumpleaños se celebraban con tortas espectaculares, payasos y globos que traían grabado su nombre. A su padre (Ciro Alegría) le gustaba pasear con Gonzalo de la mano por Chaclacayo y muy especialmente, a orillas del Rímac (vivían frente a Huampaní). Don Ciro le quería mucho, por ser un niño risueño y simpático, decía que Gonzalo «se metería el mundo en un bolsillo». Lamentablemente, Ciro Alegría falleció en 1967, dejando a Gonzalo huérfano a temprana edad. Como buen artista, Dn. Ciro no había sido muy previsor… La casa de Chaclacayo era alquilada, y la mayor parte de los muebles «prestados» por un amigo que después los reclamó. Ni siquiera recibieron pensión de viudedad del Congreso ya que el escritor no fue Diputado el tiempo suficiente… Entonces, Gonzalo y su familia vivieron una dura etapa de escasez y, a ratos, incluso penuria…
Afortunadamente, los padres de la congregación de los Sagrados Corazones becaron a su hermana Cecilia en el Colegio Belén y a los 2 varones (Ciro y Gonzalo) en La Recoleta. Con la ayuda del Arquitecto Fernando Belaúnde -que pagó de su bolsillo la inicial de un departamentito en Residencial Santa Cruz (Block C, 204)-, tuvieron donde vivir.
Después, Dora, su madre, se puso a trabajar de profesora en triple horario en la Escuela Pública (diurna, vespertina y nocturna), para pagar la hipoteca y salir adelante, quedando los hijos al cuidado del fiel Genaro. Pasados tres años, Dora Varona logró independizarse y crear su propio sello editorial:, Ediciones Varona. Entonces despegaron económicamente, ya que la madre de Gonzalo fue recopilando y publicando todo el material inédito de su insigne marido, Ciro Alegría.
En la década de los ‘70 se mudaron a una hermosa casa frente al Hipódromo de Monterrico (altura cuadra 40 de Javier Prado, ahora frente al C.C. Jockey Plaza).
A Gonzalo desde pequeño se le quedaron gravadas diversas enseñanzas de la vida: lo incierto que es todo, lo importante que resulta trabajar duro y ser previsor, lo necesario que resulta ser inteligente (adaptarse al entorno y superar los retos que te impone la vida), etc.
De izquierda a derecha: Tres fotos de Gonzalo Alegría. De bebé, acompañado de sus hermanos mayores Cecilia y Ciro. En su primer cumpleaños, con su papá, mamá, sus hermanos, su Tía Hilda Alegría (que hizo la torta y aparece a la derecha, de negro) y medio barrio (vecinos y primos). Finalmente, con pantalón rojo, acompañado de sus hermanos, poco antes de morir su padre, en Chaclacayo, la sierra de Lima.
De izquierda a derecha: Gonzalo (13), con sus hermanos Diego (9) y Ciro (15).
MI COLEGIO, SAGRADOS CORAZONES RECOLETA
Los curas franceses de la Congregación de los Sagrados Corazones crearon allá por 1893, un Colegio de élite en una recogida plazoleta del centro de Lima, la Plaza Francia. Le llamaron Colegio de La Recoleta (por lo oculto de la plaza) y en sus orígenes, las familias acaudaladas de Lima soñaban con enviar a sus hijos a ese cenáculo del saber y la inteligencia. Entre los exalumnos más renombrados están pensadores, héroes, políticos y profesionales peruanos de la talla de José de la Riva Agüero y Osma, Francisco García Calderón, Ventura García Calderón, Juan Bautista de Lavalle, Alejandro Miró Quesada Garland, Francisco Miró Quesada Cantuarias, Fernando Belaúnde Terry (dos veces Presidente del Perú), Mario Brescia Cafferata, Pedro G. Beltrán, Raúl Porras Barrenechea, Ricardo González Vigil, Luis Alberto Sánchez, Armando Villanueva del Campo, (que se cambió en primaria a otra institución) José Abelardo Quiñones, Hernán Romero, Jaime de Althaus y un largo etcétera.
Los curas de La Recoleta eran todo menos cucufatos. Se trataba de individuos tremendamente vitales, socialmente comprometidos, con una gran personalidad y carisma. A los padres franceses (como el querido Armel Becquet que gobernó toda mi primaria), o Hubert Lansiers (belga que fue mi tutor varios años en secundaria), se unieron algunos curas polacos y varios brillantes peruanos, como los siempre cercanos Héctor de Cárdenas y Gastón Garatea.
En mis tiempos La Recoleta era un Colegio que tenía 3 aulas por promoción, y de 20 a 30 alumnos por aula. Yo siempre pertenecí al Aula «A» donde nos hacían estudiar y competir al extremo. Yo vivía de la beca que generosamente me daban los padres franceses y mi obsesión por las buenas notas era también, una cuestión de simple supervivencia. En un aula plagada de apellidos como Arizmendi, Batistini, Galantini, Gold, Omori, Stewart, Watson, etc., ser hijo de Ciro Alegría y mi cotidiano esfuerzo como el segundo de mi clase (siempre me ganaba mi amigo Eduardo Espejo), permitieron completar todos mis estudios becado, desde transición, pasando por los 5 años de primaria y 5 de secundaria. Exigentes en la enseñanza del Inglés, el Francés, las ciencias y las letras, la Recoleta, no obstante, distaba de ser un colegio castrante. Muy por el contrario, le encantaba enseñarte a pensar, potenciar tu talento e ingenio, hacerte crecer como persona y profesional. En Quinto de Media creé un Semanario que se llamó “El Diluvio” y que redactábamos entre los propios alumnos. Pegué unos cartelitos con cinta engomada (“scotch”) en las columnas del pasillo central del Colegio que decía “Ya viene el Diluvio”, “Ya viene el Diluvio”, “Ya viene el Diluvio”… y la campaña publicitaria fue tal éxito, que el semanario resultó un negocio redondo. La publicación incluía bonitas caricaturas de los profes, chistes, reportajes sobre los problemas del día a día del Cole, etc. Tuvieron que prohibirnos la venta pasado un año, ya que al parecer, nos habíamos convertido en algo así como “el cuarto poder” del cole.
Siempre me gustó mi colegio, y guardo un gran cariño por mis profesores. Empezando primero de secundaria, un compañero de aula me convenció para hacerme sodálite.
El Sodalitium Christiane Vitae era un movimiento religioso incluso más conservador que el Opus Dei, de origen 100% peruano. Allí estuve poco menos de un año y mis mejores recuerdos son los cantos del culto, siempre en latín. Aún me sé completo el “Salve Regina”. Pero obviamente, no me gustó el enfoque de sus prioridades morales (demasiado egocéntricas), y en rebeldía me pasé al bando contrario y desde Segundo de Secundaria en adelante, formé parte de la Comunidad Eclesial de Base «Héctor De Cárdenas» en Ramón Zavala 243, Miraflores. Trabajé apoyando a Pueblos Jóvenes, Cárceles, etc. Y en ocasiones, incluso el Colegio Premió mi Labor Social. La “Teología de la Liberación” me pareció mucho más realista en un país como el Perú, plagado de injusticias y carencias. Quién me diría que a mi vuelta al Perú, me introduciría en el Movimiento de Profesionales Católicos (MPC) que dirige el padre Gustavo Gutiérrez, creador de la Teología de la Liberación con quien tengo la fortuna de escuchar misa con frecuencia y reflexionar en charlas y dinámicas, sobre la sociedad, la cultura y el futuro de la humanidad … Dios le de salud y nos lo mantenga así de lúcido y humano muchos años más. Por cierto, tanto Gustavo Gutiérrez como Gastón Garatea, han sido reconocidos con premios nacionales tan importantes como el Premio Nacional de Cultura, las Palmas Magisteriales, etc.
Cuando dejé La Recoleta (Promoción 1981), el Colegio se encontraba inmerso en un profundo proceso de transformación. Ahora es mixto y tiene 6 aulas por promoción, aunque sigue ofreciendo la opción del Bachillerato Internacional. A todos mis compañeros, profesores y curitas del Colegio La Recoleta, de Lima, sólo les puedo decir emocionado, gracias, muchas gracias, por haberme ayudado tanto y haberme hecho sentir, querido y apoyado tantos años fundamentales, en mi aprendizaje personal e intelectual.